LA LLAMADA
Solo me han dado opción a realizar
una única llamada. De apenas treinta segundos, he de puntualizar. Eso significa
que no te va a llevar mucho tiempo escuchar esto. Además, el tiempo ha empezado
a contar en cuanto el teléfono ha dado la señal. Si tardan en cogerlo, aún
tengo menos tiempo para hablar.
Estoy en un país de Asia y ha habido
un malentendido. El funcionario de policía se piensa que soy un terrorista o
algo así. Van a meterme en una celda y a esta gente le importa un comino que
sea europeo, americano o australiano. Sin embargo, han sido corteses conmigo.
Me han quitado el móvil, la cartera con el pasaporte y mi mp3, pero me han
dejado la foto de la novia y mi cámara de fotos. Estoy repasando todas las
imágenes de estas últimas semanas. Se nos ve tan felices... No me gustaría ser
empalagoso pero, por algo lo llaman luna de miel. Somos una paraje adorable… Me
encanta esa sonrisa que ella dedica a cada fotografía. Por eso conservo
precisamente esta foto. Ella está delante de unos contenedores, en nuestra casa
del pueblo, ya ves qué romántico. Sin embargo, no deja de sonreír, como si la
hubieran envenenado a base de anuncios de Coca Cola.
El caso es que van a traerme un
teléfono para hacer mi llamada y están tardando un poco. He aprovechado a
repasar las fotos y recordar estos momentos felices. La última fotografía es la
que he hecho esta misma mañana, en la habitación del hotel. Ella estaba
durmiendo como una niña buena y no se había borrado su sonrisa todavía. Estaba
muy guapa. Yo he salido para dar una última vueltecita, para decir adiós a este
lugar de ensueño. Me he llevado la cámara y la música. Entonces se han
abalanzado sobre mí y me han traído hasta esta comisaría de película de Jacky
Chan. Ahora que me han dejado a solas, con mi cámara y mi fotografía en papel,
tengo tiempo para pensar en nuestra conversación de anoche.
Hablábamos de cine, de la película
que queríamos ir a ver nada más llegar a casa. A ella le apasionan las
películas y yo he aprendido mucho gracias a ella. Ella nombró una vieja
película del mismo director que está cosechando tantísimos éxitos este año y yo
le pregunté por los actores. Sabíamos el nombre de los dos protagonistas pero
no había manera de recordar al actor secundario, uno de nuestros favoritos. Aquí
no tenemos Internet ni había wifi en
el hotel, así que solamente dependíamos de nuestra memoria. Nada, no había
manera. Y el actor es muy conocido y hace un papelón y tenías que habernos
visto apretando los dientes y recorriendo la habitación del hotel dando golpes
en la mesa y en las paredes, intentando dar con el dichoso nombrecito. Entonces
llamaron a la puerta y era el vecino de habitación, preocupado por los ruidos.
Era americano y le preguntamos por la película. El secundario de lujo era un
actor estadounidense pero el vecino no tenía ni idea de cine. Solo quería
dormir. Nos acostamos pero ninguno de los dos pudimos dormir. Estábamos en
silencio. Yo sabía que ella seguía repasando imágenes en su cabeza, visionando
internamente todas las películas en las que había actuado el tipo cuyo nombre
se había evaporado de nuestros recuerdos. Yo jugaba a pronunciar en voz baja
nombres americanos, cambiando sus letras, probando combinaciones. Imposible.
El funcionario de policía ha vuelto
con un teléfono móvil. Quiere que haga mi llamada ahora. Me ha pillado por
sorpresa. Llevo diez minutos recordando la noche pasada y nuestros esfuerzos
inútiles por dar con aquel actor de cine que nos encanta. Me han dado el
teléfono y me han indicado en un inglés de sonido de lata en un callejón que
llame ya. Estoy tan nervioso que me olvido de la cárcel, del nombre de este
país asiático, del peligro en el que estoy metido y de que mi mujer, no me
acostumbro a llamarla así, debe de estar durmiendo todavía, con esa sonrisa que
ya no sé si voy a volver a ver. Porque he marcado un número, han tardado en
responder, y cuando lo han hecho, he podido escuchar una frase y he hablado con
una ansiedad que ha terminado por asustarme a mí mismo:
-Disculpe. Solamente quería saber
cómo se llamaba el actor que hizo un papel secundario soberbio en la película
“Sospechosos habituales”. Tiene que darse prisa, señorita, porque no dispongo
más que de unos diez segundos.
Me ha llegado la respuesta. ¡Cómo he
podido ser tan idiota! Kevin Spacey, eso es. Ahora sonrío, por fin. Ella sigue
sonriendo desde la fotografía. Quien no parece estar muy contento es el
funcionario. Han cerrado la puerta de mi celda y no tienen pinta de seguir
siendo amables conmigo. Tenemos que ver otra vez esa película, los dos solos,
en casa. Se han llevado mi cámara y la foto. Se ve cada vez menos en este
lugar. Los pasos del funcionario han dejado de escucharse. Yo cierro los ojos y
mi memoria proyecta las escenas de la película. Soberbia.
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